
Las esculturas curiosas de Sarah Braman
Los objetos Sarah Braman crea son inquietantes. Ensamblados a partir de una variedad de productos de consumo encontrados, materiales industriales y medios artísticos tradicionales, son instantáneamente familiares, pero también de alguna manera alienígenas. Cada entidad que Braman logra hacer existir nos confronta como parte artefacto y parte ser: un individuo, pero también obviamente parte de una familia o especie más grande. Ensamblados a partir de los desechos visuales de nuestro universo construido, nos invitan felizmente a su grupo. Sus formas juguetonas nos involucran con una objetualidad antropomórfica, pareciendo habitantes lamentables pero queridos de alguna Isla de Transformers Desadaptados. Una vez inmersos en su presencia, bajamos la guardia. Y es entonces cuando nos desgarran para exponer nuestras vulnerabilidades: nuestra nostalgia; nuestro materialismo; y nuestra vergüenza secreta por las extrañas maneras en que reorganizamos nuestro mundo en busca de comodidad. Podríamos desconectarnos y hablar sobre el trabajo que Braman hace en términos estéticos formales, enfocándonos en elementos como la geometría, el color, la luz y el espacio. Pero su logro es que su trabajo exige más. Extrae recuerdos. Evoca sentimientos. Inicia conversaciones—entre los espectadores, entre el presente y el pasado, entre lo natural y lo sintético, entre lo objetivo y lo subjetivo, y entre lo figurativo y lo abstracto.
El botín de guerra
El trabajo reciente de Sarah Braman se encuentra entre el más refinado de su carrera. Es elocuente y directo—el producto de una artista con grandes ideas y un firme dominio de cómo comunicarlas. Al mirar hacia atrás en su carrera, es fascinante ver las raíces de su estética y las proto-manifestaciones de lo que ella llama sus “monumentos a la vida cotidiana.” En 2005, Braman participó en una exposición colaborativa llamada Siete mil años de guerra, en CANADA, una galería dirigida por artistas en el Lower East Side de Nueva York. Contribuyó con un ensamblaje escultórico y un elemento mural colado a la muestra. También colaboró con el fotógrafo Phil Brauer pintando con spray montones de nieve encontrados en un estacionamiento comercial. A través de su cámara, Brauer contextualizó los montones como paisajes montañosos brillantes y de pesadilla. También en la exposición había varias esculturas completamente blancas de Aidas Bareikis que parecían arquitectura de montones post-apocalípticos reclamados por la naturaleza.
El título de la exposición invita a la pregunta: “¿Qué guerra?” La obra parece responder: “La guerra entre la cultura y la naturaleza.” Hace aproximadamente 7000 años que nuestros ancestros neolíticos emprendieron lo que podríamos llamar civilización. Fue entonces cuando se inventaron la rueda y el lenguaje escrito, marcando el inicio de procesos que llevaron, entre otras cosas, a acumulaciones de desechos de consumo, cartón, pintura en aerosol, fotografía, plástico, etc. La obra ciertamente habla del compromiso entre la humanidad y el mundo natural. Pero no se evidenció cinismo en la obra que contribuyó Braman. Expresó confianza, como si esta guerra no fuera inequívocamente algo malo; simplemente es algo. Lo que sentimos al respecto es personal, no universal.
Siete mil años de guerra, 2005, Vista de instalación, CANADA Nueva York, © CANADA, Sarah Braman, Phil Brauer, Aidas Bareikis
Acumulación y Objetividad
La estética que Braman ha desarrollado desde entonces es una de objetos encontrados, acumulación e intervención estética. No es en absoluto la misma expresión asociada con los artistas modernistas del pasado que desarrollaron posiciones similares, como Robert Rauschenberg o Arman. Rauschenberg utilizó objetos encontrados de tal manera que retuvieron su esencia original. Su famoso Monogram, que presenta una cabra con un neumático alrededor de su barriga, expresa plena cabra-idad y plena neumático-idad. Es una acumulación de objetos encontrados completamente intervenidos, pero somos conscientes de sus partes individuales. Arman, en sus acumulaciones, se deleitó en la homogeneidad inherente en objetos similares. Sus acumulaciones de cuernos evocan solo el pensamiento de cuernos. Sus acumulaciones de relojes nos hacen pensar: “Relojes.”
Sarah Braman - Segundo Rendición, 2002, Cartón, pintura acrílica (izquierda) y Vista de Instalación de PS1 Greater New York, 2005, MoMA PS1, © Sarah Braman
Braman logra algo diferente con su trabajo. Sus creaciones adquieren personalidades, como si la unión de sus partes fuera inevitable; elementos que siempre debieron combinarse se han configurado en algo novedoso. Tiene un talento para expresar el carácter de los materiales y objetos, no de una manera pintoresca, sino simplemente de una manera que los anima. Ya sea cartón, Plexiglás, parte de un coche, un mueble, una puerta, una tienda o un tocón, colabora con los materiales en lugar de imponerles un punto de vista. Su verdad oculta se manifiesta. Es vivaz, y nos relacionamos.
Sarah Braman - Eres Todo, 2016, Vista de instalación en Mitchell-Innes & Nash, NY, © Sarah Braman, cortesía de Mitchell-Innes & Nash, NY
Diseño emocional
Gran parte del poder en su obra proviene de la habilidad que tiene Braman para elegir materiales de origen que transmiten emoción. Considera Coffin, una asamblea escultórica que incorpora una sección desmembrada de un vehículo recreativo. El "trozo de camper" no evocará la misma reacción personal en cada espectador, pero sin duda toca un recuerdo en la mente de todos los que lo ven. La obra invita a la contemplación personal, mientras que su diseño permite una interpretación objetiva en base al color, la forma, la luz y el espacio.
Quizás el elemento más esencial que Sarah Braman captura en su trabajo es la curiosidad. Cada objeto nos atrae hacia él. Pide ser examinado. Nos ofrece familiaridad, pero luego nos pide que miremos más allá de lo que conocemos. Algunas obras incluso permiten a los espectadores entrar en ellas. Habitar físicamente una escultura rompe una barrera. Convierte algo abstracto en algo utilitario. Invita a la curiosidad en otro nivel al provocar preguntas no solo sobre la obra, sino también sobre cuál podría ser la naturaleza de todo el arte.
Sarah Braman - Ataúd, 2011, trozo de Camper, acero, Plexiglás y pintura, © Sarah Braman, cortesía de Mitchell-Innes & Nash, NY
Imagen destacada: Sarah Braman - Space Talk, 2016, Tocón de árbol, acero y vidrio, © Sarah Braman, cortesía de Mitchell-Innes y Nash
Todas las imágenes son solo para fines ilustrativos.
Por Phillip Barcio